Talentos ocultos: Lo que aprendimos a hacer en cuarentena


Algunos vencieron la tentación de ver toda la tarde series o películas en Netflix. Otros más lograron cerrar sus teléfonos para no investigar más sobre epidemias de fiebre amarilla, influenza u otras más. Ya sea por opción o por necesidad, el encierro ante el avance del coronavirus llevó a muchos a focalizar la energía en aprender nuevas tareas, retomar proyectos abandonados o volver a antiguas pasiones.

Juan Eduardo Tesone, psicoanalista argentino y médico psiquiatra de la Universidad de París XII, dice: "El aislamiento, el temor ante el riesgo de infección y la incertidumbre pueden ser paradójicamente momentos de intentar contactarnos con nuestra propia creatividad que, a veces, dejamos sin florecer por alienarnos al vértigo cotidiano". Con ello trata de explicar el por qué algunas personas prefieren no pensar en la situación actual y encontrarle un nuevo sentido.

El repliegue es inevitable, pero puede derivar también en oportunidades. "Lo que nos hace creativos es la disponibilidad que tenemos de percibir nuestra sensibilidad. No hace falta realizar una obra de arte, sino hacer de lo disruptivo una posibilidad de relacionarnos con lo más genuino de cada uno", enfatiza el especialista.

La verdad es que este tiempo que hemos pasado guardados ha sido una gran oportunidad para desarrollar talentos que podían estar ocultos en nosotros y que pueden ayudarnos a ser mejores personas y/o profesionistas en el futuro próximo.



El regreso de una voz perdida

Malala Artola sabe de moda, viajes y tendencias, todos rubros que la cuarentena, sin preguntar, puso en pausa. Ella, lejos de desesperarse, aprovechó para conectarse con sus hijos, su casa y su cocina. Y fue en esa cotidianidad en la que recuperó un talento que creía perdido y que para muchos, incluida parte de su familia, permanecía oculto: una voz digna de escenarios.

Las canciones de Gal Costa, su paso por el coro de Marilú Santa Coloma de Argentina, las clases de lírico con la profesora del Colón y las pequeñas participaciones en musicales de Nueva York, volvieron enseguida del pasado ese sábado en el que espontáneamente empezó a fluir Think of me, un clásico de El Fantasma de la Ópera , en la intimidad del comedor. Su hija Elena, de 9 años, se sorprendió y descubrió que vivía con una cantante.

Habían sido cuatro años sin jazz, bossa nova o lírico por un problema en las cuerdas vocales, que nunca encontró explicaciones médicas, y tuvo que abandonar esa pasión... hasta el  pasado mes de abril. "Evidentemente la cuarentena y el poder poner la energía en otras cosas, hizo que de golpe me llegara la voz" , describe Malala emocionada. "Le pedí a mi hija que me grabara de entrecasa para compartirlo. Tuve una repercusión increíble, unos 600 mensajes. Jamás me había pasado algo así", admite sobre el regalo que le trajo este impasse.


De la pista de baile a Instagram

Está oscuro y se prenden, de a poco, las luces. Vestido con ropa deportiva, una gorra, unos pantalones cortos y una playera un hombre entra con música al salón. Empieza a ejercitarse mientras menciona: "Hola amigos, ¿cómo vamos? Como siempre, vamos a meterle la mejor de las ondas que esto viene para largooooooo". Corre, y cambia el ritmo de la música. Empieza a mostrar pasos de baile...

Para Fernando Quintana, maestro de danza y baile mexicano, entrar en cuarentena con su estudio, basado 100% en las clases presenciales, fue un gran reto. ¿Cómo hacer para que sus alumnos se mantuvieran activos, con el espíritu arriba, sin perder estado físico y sin pisar la pista de baile?, se preguntaba a mediados de marzo.

"De golpe apareció ese personaje, el Fernando ameno y "showman", que lo tenía guardado de mis años jóvenes, cuando recién empezaba la carrera y me gustaba animar fiestas. Volvió a salir y salió con todo", dice divertido este profesor, quien por la pandemia trasladó la pista de baile a Instagram, y apeló a su veta de "showman" para motivarlos a no abandonar la actividad.

Con el tiempo, por la originalidad de sus clases, cada vez más gente por fuera del plantel se sumó a las transmisiones en vivo. Hacen calentamientos y clases salteadas de salsa, cumbia, y otros ritmos. "Si un día digo que tenemos que salir vestidos de un color, se copan y salen con ese color, mandan la foto, se producen, se prenden. La respuesta es espectacular", se entusiasma. Además de "liberar endorfinas", consigue que el ánimo del público en estos tiempos no decaiga.

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El pendiente eterno

Como si fuera una reliquia del pasado, María Julieta Salas atesoró durante más de 20 años el permiso para conducir. Algo internamente la frenaba y le impedía estar segura al volante . La renovó en distintas ocasiones, pero la licencia venció, y el pendiente de la adolescencia quedó latente otra vez.

"Cuando el rumor de una posible cuarentena se empezó a escuchar con fuerza, tomé coraje y me anoté en una escuela de manejo . Hice ocho clases y saqué turno para rendir el examen. El 14 de marzo, un día con relámpagos y truenos, llegué a la oficina de Tránsito, hice el examen y aprobé. Sentí una alegría tan inmensa, difícil de explicar. ¡La lluvia había sido una especie de bendición, había logrado el permiso!".

En el camino aparecieron algunas sorpresas y también restricciones. Al filo del anuncio del aislamiento social, preventivo y obligatorio que dispuso el Gobierno, varias oficinas estatales empezaron a cerrar y arrancaron las demoras en los trámites.

"Aproveché el poco tránsito en la Ciudad de México. Fui hasta el supermercado a hacer las compras familiares en auto. La cuarentena jugó a mi favor", destaca todavía incrédula de lo que logró en menos de un mes.


Vencer el miedo a la tecnología

"Entré en pánico", confiesa Claudia Pérez, contadora, de 67 años, cuando su profesora del instituto de inglés, al que concurre hace dos años en Querétaro, le comunicó al grupo de alumnos que para cuidarse frente al avance del coronavirus iban a tener clases virtuales a través de la aplicación Zoom.

"Fue tal el estrés de esa primera vez que, cuando empezó a pasar la hora, me di cuenta que tenía una tensión impresionante y que no lo disfrutaba como antes: "Esto no es para mí, no voy a poder, no sé si quiero seguir", se repetía una y otra vez. Pensaba en abandonar el curso (al menos durante la pandemia) y la imagen de un libro, "Entre generaciones, no te quedes afuera", de Alejandro Mascó, apareció mentalmente, casi como un impulso para animarla a continuar.

"Me sentí identificada y traté de no quedarme afuera, ponerle ganas y verlo como un reto", asegura al repasar el esfuerzo extra que le demandaron las últimas semanas para estar a tono con esta crisis global. "Ya voy por la quinta clase. Al principio las sentía muy rápidas y mis reacciones más lentas por el miedo y la angustia que tenía. Ahora que le estoy encontrando la vuelta, un sentido positivo a lo que está pasando, puedo decir en voz alta: prueba superada".

Mónica Rodríguez , profesora de inglés desde hace más de 50 años, tampoco se lleva "demasiado bien con la tecnología". Fiel defensora de la clase presencial y del contacto personal, dedicó varios días a investigar sobre las clases on line para adolescentes y adultos, y una vez que se sintió lista tuvo su debut por Skype. "Cuando vi que podía conectarme con ellos fue una sensación maravillosa de haberlo logrado", expresa.

En estos días de quedarse en casa, además de revisar tiempos verbales, vocabulario y gramática, las horas con sus alumnos se transformaron en momentos casi terapéuticos. "Toda esta situación hace que estén muy tensos. Muchos vienen bastante cargados. Hablamos de las novedades sobre el coronavirus y de sus vivencias personales. Los ayuda a canalizar. Lo mejor es que no se dan cuenta de que están aprendiendo cosas nuevas a medida que charlamos", valora, y enseguida destaca: "Pensé que iba a ser terrible, pero estoy contenta con esta experiencia. Dejé de asustarme".

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Otros talentos profesionales

Juan Carlos Soriano de 35 años, cuenta como por "tiempo en el trabajo" había pospuesto el mejorar su nivel de inglés. Al verse recluido en home office, decidió inscribirse a cursos de inglés online. Mes y medio después siente que su avance es considerable y esta habilidad le traerá mejores oportunidades de trabajo cuando se pueda regresar al trabajo presencial.

Mariana Hernández empezó una agencia de diseño publicitario en Veracruz hace un par de años. Todo iba más o menos estable y había logrado conformar un equipo de 10 personas en su agencia. Sin embargo, la administración contable y financiera siempre había sido su talón de Aquiles. Llegó la cuarentena obligando a la restricción de actividades presenciales. Perdió un par de clientes lo que redujo la actividad laboral, pero le dió espacio para tomar un curso de finanzas para PYMES que le ha permitido poner orden a sus números y estar mejor preparada para la toma de decisiones que el escenario obliga.

Así como estos ejemplos, podemos citar varios más. La pregunta ahora, es para ti: ¿qué nuevos talentos has tenido oportunidad de desarrollar? Esperamos que la cuarentena no sólo represente un tiempo muerto, sino tiempo para hacerte crecer y ser mejor persona.


Por: Equipo Editorial Evolucione








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